El voto del que más me arrepiento.
Nunca me había arrepentido tanto de votar por alguien como me pasa con Katherine Miranda.
Se presentó como una defensora de un proyecto progresista, se colgó de la ola del cambio y apoyó al presidente en campaña. Pero apenas pasó la elección, no disimuló ni unos meses: se alejó, se acomodó, y terminó traicionando no solo al presidente, sino a quienes la apoyamos creyendo en su discurso.
Lo peor es que nunca le pedí nada, ni un favor, ni un puesto, ni una llamada. Y aun así, logró decepcionarme. Porque no es por lo que piensa o dice ahora, sino por cómo engañó. Por cómo utilizó un discurso que no le pertenecía solo para conseguir votos.
Ojalá nunca más sea elegida a ningún cargo. Porque la política necesita menos cálculos y más convicciones. Y porque la trampa, venga de donde venga, no se puede premiar.
Comentarios
Publicar un comentario