Creí que estaba construyendo algo colectivo, que mi voz, mis acciones, mi trabajo y compromiso hacían parte de un proceso más grande. Desde 2012, cuando le aposté a Gustavo Petro como candidato a la Alcaldía de Bogotá, sentí que estaba del lado correcto de la historia. Lo apoyé con todas mis fuerzas, como militante de #Progresistas, luego en Alianza Verde, defendiendo siempre las banderas de la #izquierda, convencido de que podíamos transformar este país desde abajo y con #dignidad.
En las últimas elecciones presidenciales, me volqué de nuevo con entusiasmo. Puse mis recursos económicos, mi tiempo y todo mi conocimiento académico, político y social al servicio de una campaña que sentía mía. Creí que el Pacto Histórico era la culminación de años de lucha. Pensé que, al fin, lo colectivo iba a tener espacio. Pero no.
Han pasado tres años de este gobierno, y no he recibido una sola llamada.
Nadie me ha buscado, ni siquiera para sacar una fotocopia.
He escrito a ministros, a directores de entidades, incluso al #presidente. Me he ofrecido con respeto y disposición. Pero todo ha sido silencio. Y mientras tanto, veo cómo los cargos se reparten entre los mismos de siempre o entre personas sin mayor mérito que su cercanía con quienes hoy mandan. Estoy desilusionado, no por haber creído, sino por seguir esperando.
La orfandad #política en la que me encuentro no se puede explicar con palabras. Ahora empieza de nuevo la carrera por la presidencia. Y en un país donde hay más candidatos presidenciales que oportunidades laborales, estar huérfano políticamente obliga a mirar con lupa el ramillete de opciones que se abre. No busco favores ni cargos, solo sentido, coherencia y una oportunidad real de aportar.
Sigo creyendo en el #cambio, pero esta vez, con los pies más firmes sobre la tierra. Y con la convicción de que el camino sigue, aunque tengamos que hacerlo solos
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