El impacto que tiene el medio ambiente sobre la calidad de vida de las personas que habitan Bogotá es innegable, es necesario realizar un diagnóstico sobre las problemáticas existentes en la ciudad, en especial sobre aquellas que afectan en mayor medida las localidades del sur que, desde nuestro plan programático y propuestas, proyectamos atender.
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Uno de los principales problemas es la contaminación del aire que respiramos día a día. En la actualidad el nivel de partículas PM2.5 y PM10 existentes en el aire supera por mucho los estándares establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es por ello que en el pasado se ha declarado en “ALERTA AMARILLA” las localidades del sur occidente de la capital, debido a la concentración de partículas nocivas que dieron origen a diferentes problemas de salud sobre las personas, en especial en niños y adultos mayores.
De acuerdo a estadística del DANE y la Secretaria de Salud Distrital del año 2018, el 10% de la población de Bogotá requirió atención medica por enfermedades respiratorias, lo cual también incidió en que el índice de muertes por estas causas aumentara de 47,7 muertes por cada 100.000 (2016) habitantes a 50,2 muertes por cada 100.000 habitantes (2017).
A lo mencionado anteriormente el alcalde Peñalosa en su campaña “Impopular pero eficiente” ha tomado medidas que no solo no mitigan dichos riesgos existentes, si no por el contrario, empeoran la situación, como por ejemplo la autorización por parte de la alcaldía de la tala de 34.000 árboles, acción que además de alterar el ecosistema acabando con los pulmones de un territorio, presenta un costo de 17.361 millones de pesos (Información presentada por la concejal del Partido Verde María Fernanda Rojas).
Por otro lado, le adjudicación o la compra de 1.143 buses para la renovación de la flota de Transmilenio, de los cuales cerca del 60% son buses Volvo alimentados por diésel (fuente principal de contaminación del aire en la ciudad).
Por otro lado, una problemática existente en la comunidad es la situación que se está dando con perros y gatos callejeros, siendo de gran importancia ya que no son solo seres vivos que deben ser atendidos por las entidades competentes, sino la causal de problemas de seguridad y salud que puede afectar a las personas.
De acuerdo a estudios realizados por la Universidad de La Salle y apoyado en la metodología empleada por la Organización Panamericana de la Salud, se estima que existen más de 150.000 animales en las calles, es decir, por cada 100 perros con vivienda existen 38 perros callejeros, los cuales no han sido atendidos por la alcaldía, debido a que le restan importancia a esta situación. Los perros y gatos callejos, han presentado en algunas ocasiones situaciones de ataques a personas (aunque han sido pocos los casos, por lo cual no se puede estigmatizar o generalizar) generando un riesgo. A esto se suma, que aquellos animales no cuentan con vacunas ni un estado de salud aceptable, lo cual agrava la situación.
De acuerdo a estudios e información recolectada por el Instituto de Bienestar Animal del Distrito en Bogotá, se afirma que debe realizarse una esterilización anual al 10% de la población total de perros durante cinco años para que se logre controlar el crecimiento de los perros callejeros.
Por otro lado, las fuentes hídricas de la Localidad de Bosa son pocas y como es de conocimiento de todos, el agua es el recurso más importante que se necesita para vivir. Ríos como el Bogotá, Fucha, Tunjuelito y el Humedal Tibanica, son nuestras principales fuentes de agua, las cuales se ven afectadas por el modelo depredador impuesto por el alcalde Enrique, quien en sus acciones como la tala indiscriminada de árboles, su intención de urbanizar y destruir la Reserva Thomas Van Der Hammen y en especial su intención de cancelar la construcción del Parque Metropolitano de Tratamiento del Rio Fucha, demuestra su desinterés por el medio ambiente, ya que busca construir una ciudad de hierro, atentando contra nuestra naturaleza.
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